El culebrón empezó un poco más tarde de lo previsto, un poco antes de las 10.30 de la noche en el Palacio de los Deportes de Madrid. El coliseo no lucía lleno del todo, pero con montones de adolescentes al borde del ya casi proverbial ataque de nervios. Histeria, histeria y más histeria era la receta con la que los fans del grupo de pop mexicano RBD buscaban contrarrestar el efecto de cualquier claro que se pudiera abrir entre las filas del público, mientras los protagonistas se empezaban a contonear detrás de los velos transparentes que cubrían el escenario.
Como el «inicio del fin» había anunciado la banda desde hace meses la gira «Empezar Desde Cero Tour», iniciada con el espectáculo de ayer en Madrid, y con la que RBD entra en la recta final de esa interminable serie de travesuras y noñerías de adolescentes rebeldes, bien sazonadas con la correspondiente banda sonora, que empezó con la telenovela «Rebeldes», en 2004, y que ha tenido gran éxito en los últimos cuatro años. A la cita madrileña sólo vinieron cinco de los protagonistas —Christian, Pocho, Anahí, Christopher y Dulce— , porque la sexta, Maite, se ha tenido que quedar en México por prohibición expresa de Televisa, la productora de la telenovela. Un capítulo más del culebrón.
El público, en su aplastante mayoría entre los 10 y los 25 años, cumplió también con su parte en este espectáculo concebido sobre todo para que los gritos vuelen de un lado a otro en las tribunas, del escenario hacia abajo y viceversa, y con la mayor cantidad de decibelios posibles en juego. El show no tiene lugar sólo sobre el escenario, sino ante todo delante de él. Y también fuera, donde, se cuenta, algunas niñas venidas de lugares tan remotos como Galicia llevan hasta 12 días acampando delante del Palacio de los Deportes. Cuando los cinco artistas pisaron las tablas el griterío estalló con toda la fuerza contenida por las diez o más horas de espera, y se agitaron las barras luminosas, y volaron los primeros osos de peluche traídos para la ocasión. Eso, entre un mar de cámaras y teléfonos móviles en alto preparados para captar el momento mágico.
Aunque también hubo música, para cumplir con el guión de la serie. Con «Fui la niña» empezaron los cinco visitantes el programa de la noche, que el público acompañaba a grito pelado, eso sí, como parte de la coreografía perfectamente estudiada. Los cinco protagonistas tampoco se olvidaron de desfilar por la pasarela, con manadas de fans rendidos a sus pies, uno por uno. Primero Pocho, uno de los más aclamados en su camiseta amarilla sobre un jersey oscuro, después la pelirroja Dulce, luego Anahí —sospechosamente delgada, casi al límite de lo políticamente correcto— y Christopher… Después de la primera tanda, más en onda pop revoltosa, el grupo pasó a una segunda parte más sentimental, que inauguraron con la canción «Inalcanzable», un clásico tema de culebrón. Por lo demás, mucho baile y mucha coreografía, las viejas recetas que la industria musical mexicana maneja tan bien.
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